Transporte de Sonrisas, de miradas cómplices, de
inseguridades que nos llevan a no atrevernos a entablar conversación. Esa extraña sensación que nos invade cuando no
sabemos si dar el paso o esperar. Esperar a que llegue su parada y se baje.
Esto si que es una crónica de una muerte anunciada y no la de las películas.
En una ciudad como Madrid donde viven 6 millones de
personas, sabes que la probabilidad de
volver a verle es menor que las posibilidades de encontrar trabajo indefinido,
bien remunerado y de lo tuyo en este santo país.
Pero a ti te da
igual. Esperas a que ella te hable, o se le caiga el típico libro al suelo, el teléfono, o los famosos papeles de la película americana.
En tu sueño, ella te agradece que la
ayudes y además te pide el teléfono. En la realidad, te lo agradece, te sonríe
y 4 estaciones después, se baja sin decirte ni adiós. Lo reconozco, mas de una
vez me pase de estación negándome a despedirme de la sonrisa de mis sueños. No quería
finalizar asi el amor de andén.
¿ Cuantas historias de amor ha perdido la humanidad en el
transporte público? Estoy seguro que muchísimas más que en cualquier otro lado,
incluidas discotecas, fiestas de los pueblos, festivales o conciertos
Para cuando llegas a tu destino, tienes dos sentimientos. “Jo,
debería haberle dicho algo” o “Me siento bien, Tengo algo que gusta” . Una vez más,
quien no se consuela, es porque no quiere.
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